¿Qué es lo que llaman amor?

Τι είν’ αυτό που το λένε αγάπη (Ti ‘ne afto pou to lene Agapi) significa en griego: ¿Qué es lo que llaman amor? Es el título de una de las canciones más famosas del país heleno. Compuesta por Tony Maroudas en 1955, Sophia Loren le puso voz en la película Boy on a Dolphin, dos años más tarde. Los créditos finales de The Lobster (2015), dirigida por el griego Yorgos Lanthimos, están acompañados por esta canción. Si alguna vez has estudiado griego sabrás que ese delicado Σ’ αγαπώ con el que comienza la canción seguido de un suave murmuro y las notas de la guitarra significa “te amo”. Si eres fan de la Loren, o un nostálgico de las películas de los 50, puede que también lo sepas. Si no, puedes imaginar, igualmente, que se trata de una canción de amor por la dulzura que rodea a la melodía.

Puede que Lanthimos esté lanzando esa pregunta a la audiencia. O simplemente, él y su co-guionista Efthymis Filippou se estén preguntando a sí mismos: ¿Qué es lo que llaman amor?

Toda The Lobster podría ser esa pregunta. Una pregunta abierta, visto su final. ¿Es el amor el encontrar a la mitad perdida de la que hablaba Platón en su Banquete y de la que se hacía eco Kundera, unos cuantos siglos más tarde, en La insoportable levedad del ser, e incluso Jarmusch con sus amantes condenados a sufrir la acción fantasmal a distancia durante toda su eternidad en Only Lovers Left Alive?

 

“ Zeus los dividió en dos mitades, convirtiéndolos en seres incompletos y condenándolos a anhelar siempre la unión con su mitad perdida. A partir de ahí, hacían esfuerzos por encontrar a su otra mitad, y cuando se encontraban no querían separarse la una de la otra.”[1]

¿Pero existe realmente dicha otra mitad, media naranja, alma gemela? ¿O nos esforzamos tanto en buscarla que acabamos copiando a otro, convirtiéndonos en el reflejo, en la sombra de otra persona, para encajar en un paisaje del que no formamos parte, porque nos conviene estar con otra persona?

¿Es la reinvención de uno mismo por esa manía constante del ser humano de pertenecer?

¿Pertenecer a un grupo, a la manada, como algunos animales, al grupo social, a otra persona, para no estar sólos, para no ser diferentes?
Hay que tener algo en común. Para encajar.

Siempre similares a alguien. El miedo a ser diferente es total. Si no consigo a nadie es porque tengo un problema. ¿Qué puedo hacer?, ¿sufrir una metamoforsis?, ¿Cuántas veces se cambia lo físico, se modela, se ejercita, se retuerce? E igual ocurre con la psique. Los gustos, aficiones, pensamientos callados en la mente, debates que se quedan sin resolver, por no crear polémica con un posible candidato a compartir nuestra solitaria existencia.

Ese escorzo en el cuerpo y la personalidad de los amantes recuerda más bien a la presión que ejercía Plutón en la piel de Proserpina.

Ese ajuste de los gustos en las páginas de las redes sociales: nos gustan las mismas películas, los mismos libros, la misma música, la misma comida. Somos la pareja ideal.

¿De verdad es así? ¿O esa lista de cosas no son más que el reflejo de una pequeña parte de ti? Recuerdo cuando comencé a salir con una persona con la que si nos hubieran hecho un test de compatibilidades musicales, en ese preciso instante, hubiera salido al 90%. O al menos, eso me decía. A los dos o tres meses de aquella relación me encontraba escribiendo: ¿Cuándo se nos acaben el sexo y la música, qué nos quedará? Pero continuamos. La respuesta es que dos años más tarde no nos quedaba nada.

¿Qué significa tu “ideal match”? ¿No es la palabra “ideal” ya un signo de que no es una persona formada por carne, huesos y sangre? Como si pulsando una tecla bebiésemos la poción mágica del amor. Resulta tan perverso y espeluznante como la labor de los administradores del hotel, o las imposiciones y restricciones de los solitarios en la película de Lanthimos.

El amor no puede nacer de una serie de checks. Como si se tratase de un recuento cuando te han hecho un análisis de sangre para ver si estás dentro de los baremos o si tienes la ferritina baja y el TSH por las nubes. Porque el amor no puede nacer de un sangrado provocado, ni de unos ojos cegados por tus propias manos. Amor ciego, como en los romances góticos.

Olvídate de él, porque si no lo haces ahora, querrás hacerlo luego y te encontrarás buscando en la guía telefónica el número de Lacuna Inc.

Dos personas no tienen por qué ser reducidas a propiedas paralelas o bipolares, como si fueran dos condimentos o dos regiones opuestas del universo. No hay nada malo en ser diferentes o en no encajar.

“No es la necesidad, sino la casualidad, la que está llena de encantos. Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento, como los pájaros hacia los hombros de San Francisco de Asís.” [2]

Quizá deberíamos esperar a las casualidades. ¿Vale la pena sacarse los ojos sino hemos pecado como Edipo?, ¿necesitaba Edipo, siquiera, hacerlo?, ¿por qué vamos a hacerlo nosotros?

“¿Qué es lo que secretamente los corazones conduce?
¿y qué hace sentir nostalgia?
¿Qué es lo que llaman amor?
¿Qué es? ¿Qué?
¿Risas, las lágrimas, las nubes, la lluvia de nuestras vidas del final al principio?
Nunca jamás ninguna boca me lo ha dicho ni lo hará
¿Qué es lo que llaman amor?
¿Qué es? ¿Qué?
Qué me hace decir:
Te amo, Te amo, Te amo”. [3]

https://www.youtube.com/watch?v=l_DTwzA1HfM

Mara Vega

[1] Platón, El Banquete
[2] Milan Kundera, La insoportable levedad del ser
[3] Tony Maroudas, Τι είν’ αυτό που το λένε αγάπη