Notas al hilo de Sad Satan

    Llegué a Sad Satan gracias a un artículo publicado por Gerard Casau en O. Aunque quedaba citado de refilón, tras un rato dando vueltas por Reddit pude bajarme una copia y probarlo en casa. Debo confesar que, aquella noche, después de varios meses, volví a tener pesadillas.

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    Siempre he tomado con extrema seriedad aquellos textos que hacían temblar cosas en mi inconsciente. Supongo que será una fiebre mal curada de mis años de afición al psicoanálisis, pero cada vez que una película, un libro o un juego me han mantenido en vilo o han dirigido, de alguna manera, mis sueños, he sabido que aquello debía ser leído con toda seriedad. No se trata simplemente de que algo te permita sentir miedo tumblr_o0bwf2POo51sgiopmo1_500en el momento de la experiencia estética, sino más bien, de que consiga infectar de manera precisa tu inconsciente, que anide entre tus miedos y tus deseos y que, a partir de ahí, teja una telaraña precisa que funciona, a la vez, como una suerte de autoconocimiento.

  

 En la pesadilla que tuve la primera noche que jugué a Sad Satan, un autor fallecido sobre el que había escrito una reseña –bastante positiva, por cierto- días atrás, regresaba de entre los muertos y me obligaba a mirar por la ventana de mi salón. Más bien, me obligaba a mirar y a tumblr_o41ad0Cge31u5vp7wo1_400permanecer allí un tiempo indeterminado, “mirando como miran aquellos que esperan a que retornen sus familiares muertos”. En realidad, cuando miraba por la ventana, lo único que veía era mi rostro en el reflejo bañado por una dominante azul, la dominante de un anochecer como de peli polaca de Kieslowski, y al fondo de mi pupila derecha –completamente cegada, completamente negra-, una pequeña vela que relampagueaba el fondo. Me desperté pensando si, quizá, no había escrito aquella reseña como un ejercicio de ego más que como un auténtico ejercicio de memoria en nombre de un autor muerto. Pueden imaginarse la respuesta.

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La ventana de mi salón funcionaba, en realidad, como un espejo.

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 Desde pasada la adolescencia, el espejo ha sido –lo descubrí aquella noche- el objeto que más ha aparecido en mis pesadillas. El más obsesionante. El más terrible. Pensaba que eran los escorpiones –bichos ante los que, por lo demás, siento una auténtica aprehensión física-, pero en realidad, son los espejos. Cuando escribía el libro de Auschwitz –un libro que, irónicamente, se llamaría Espejos en Auschwitz- tenía unas terribles pesadillas en las que era recriminado por las víctimas de los campos. Nunca soñé que yo ocupaba el lugar de la víctima. Muy al contrario, el sueño recurrente era que la víctima se enfurecía brutalmente ante el hecho de no poder dejar que descansara en sad satanpaz. Me interpelaban desde el fondo de las celdas del bloque 11, o desde las pilas de cadáveres de Bergen-Belsen, enfurecidas, anudadas, coléricas contra mi intento de decir algo sobre ellas.


    De ahí que cuando Sad Satan me provocó una noche de insomnio y de dar vueltas por casa –y créanme, con dos bebés de cuatro meses estar una noche sin dormir por culpa de un videojuego roza la catástrofe más extrema- me pregunté hasta qtumblr_nly69f0mVp1trijtjo1_500 tumblr_nw4aj58ozW1uil2sao1_500ué punto aquel no era el auténtico cine de terror del futuro, o mejor aún, el auténtico texto de terror del futuro.


    Si ustedes han jugado a Sad Satan sabrán que, simplemente, allí no hay nada. Es decir, que hay algo que tiene que ver con la nada. Escenarios vacíos. Aullidos. Imágenes distorsionadas que inundan tu pantalla. Niños que te observan. La leyenda urbana dice que hay diferentes versiones que incorporan material explícito, pero yo únicamente localicé una copia de la llamada clean version, que por otra parte, es la de casi todos los gameplays que se han colgado. Pero a lo que iba: lo que Sad Satan propone no es sino una experiencia basada en el vacío, en una angustia sin concretar en la que se niega explícitamente cualquier dinámica, cualquier objetivo, cualquier razón. El mal que se escribe sobre el universo es a la vez inevitable, melancólico, descontextualizado, incontrolable.


 tumblr_nztvz3JKUk1v2u0ibo1_500   Cuando se narrativiza el mal –cuando se explica, por ejemplo, por qué un fantasma se aparece en una casa encantada, o por qué la dichosa niña de The ring había lanzado su maldición-, se genera una cierta explicación que, de alguna manera, tranquiliza. Se puede leer desde el análisis textual, y hacer una reflexión psicoanalítica, semiótica, feminista. Siempre hay un culpable: la madrastra cruel, el marido asesino, la hermana celosa. En el límite, en las odas gore y los slaughters, la sociedad es la culpable, enferma en su totalidad, generadora de Leatherfaces y otros seres más o menos desquiciados. El mal es la familia castradora, o la religión, o los experimentos militares. O lo que sea. Pero el mal queda ceñido en torno a unos parámetros controlables, explicables, e incluso, comunicables.sads


    El problema de la experiencia de Sad Satan es, precisamente, que resulta incomunicable. Y no precisamente por una lógica ética a-lo-Auschwitz. Muy al contrario: su reflexión sobre el mal es tan extrema y tan desquiciada que no admite narrativa alguna. Los miles de usuarios que en Reddit o en Youtube han intentado generar explicaciones, teorías, descifrar signos o buscar referentes, simple y llanamente, han intentado calmar sin éxito la herida de su conciencia, la verdad de su inconsciente que, al igual que a mi, quizá les impidió dormir una cierta noche.

 

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Porque –y esta es la clave- Sad Satan no deja de ser también un espejo. Y no porque uno guste de contenidos ilegales o de alto voltaje sádico, sino antes bien, porque hace del mal una desolación personal inexplicable. Sugiere la existencia de un parámetro interior, de una tierra interior, que es necesariamente baldía y en la que lo único que queda por experimentar es, propiamente, la nada.

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La idea del mal como nada arranca, hasta donde yo tengo sabido, en San Agustín y vuelve a aparecer en ciertos párrafos de Leibniz. En Sad Satan esa nada se concretiza de manera brutal en una serie de tumblr_myw9uphVIu1rt28efo1_500escenarios glaciales. Los aullidos, las músicas distorsionadas, simplemente son, pero sin fundamento, sin sentido, sin narrativa posible. O sea, que casi no-son. Están ahí, sin duda, pero no responden a nada que no sea nuestro propio miedo. El universo lúdico, por lo tanto, deviene casi-nada, defecto, aquello que no puedo pensar en el marco de Dios. Sad Satan, por ejemplo, sugiere la amenaza de la pedofilia en distintos momentos. Sin embargo, su interpretación no habla tanto del pecado literal, sino del acto mismo de herir a aquellos a los que la vida todavía no ha condenado. Su retrato del sufrimiento es tan preciso que hace daño: al jugar, somos a la vez testigos y cómplices, somos confrontados con la existencia de ese tipo de sujetos en nuestro mundo. Es decir, no podemos escapar a la realidad ontológica de que esos crímenes no tienen lugar en el universo del juego, sino antes bien, en la casa de al lado, en el barrio junto al nuestro, en los sótanos del colegio que tenemos tres calles más abajo. Y eso, de alguna manera, nos acerca tanto al mal en estado puro que se vuelve intolerable.


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Como ocurría en Limbo, en Sad Satan se retorna al problema de la muerte propia y a la posibilidad de un despertar (tras la muerte) en el horror puro. Pero lo que en Limbo quedaba convenientemente sublimado bajo el aroma de la fábula  aquí ha quedado reducido a su versión más descarnada, más cruda: el desfile sugerido de todos nuestros pecados, y a su vez, de nuestra responsabilidad.

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    Jugar a nuestra culpa misma.     Un survival horror dentro del alma, pero sin posibilidad alguna de sobrevivir.Una obra de arte, y a la vez, un juicio insoportable a la raza humana.


    Hay que prestar atención a la manera en la que nos hablan nuestras pesadillas, queda dicho. Como si fueran una película preclara –la película qutumblr_n3fdg8UFDQ1twutcfo1_500e no deseamos ver, pero que hemos creado a nuestra contra-, son la mejor topografía de lo que realmente llevamos dentro.

Esto es: son un espejo.

 

Aáron Rodriguez